lunes, 28 de abril de 2014

3. En el taxi


Salió del ayuntamiento y se sentó en un banco que estaba cerca. Apenas caminó unos minutos y ya se pudo quitar su pesada mochila. Cogió la guía y empezó a buscar en ella el nombre.  Pasó unas páginas mientras pensaba en lo sucedido. Estaba claro que Arantxa, la chica del ayuntamiento, tenía miedo de Angelina o de lo que había echo. No sabía nada de ella excepto que era su seguro de vida, su única forma de comprender, de complacer a sus padres. Así que no iba poner nada por delante de la búsqueda de la mujer. Ningún temor, ningún rumor.

No encontraba nada, miró por la A, y por la M. No había nada. Cerró la guía, la puso a su lado en el banco y cerró los ojos. Y a su mente vino el nombre otra vez. Cerró los ojos más fuerte, apretándolos, tanto que casi le dolía. Apretó los puños, haciendo que sus nudillos se volvieran blancos y entonces, los abrió. Después de unos segundos en los que todo seguía oscuro recobró la vista y se giró lentamente. Tenía un presentimiento. Miró la guía y estaba abierta de nuevo. Por una página que no había visto aún. Sólo había una Angelina en toda la página: Angelina I. Matterson. Pensó en qué significaba esa I. Siguió la línea con el dedo y encontró un número de teléfono y una dirección.  Guardó en número en su agenda de contactos y escribió en una nota la dirección. Dejó la guía abandonada en el banco y se colocó de nuevo la mochila. Ya sabía qué hacer.

Mientras caminaba en busca de un taxi, pensaba en lo ocurrido. No había echo nada especial, sólo seguir lo que su cuerpo le pedía. Era cómo un grito en el interior que le pedía que cerrara los ojos y se concentrara en un punto, en un nombre. Y sin provocarlo sucedió. El libro se abrió por dónde ella quería. Últimamente era todo raro así que no le dio más importancia. Una ráfaga de viento seguramente.

-Taxi!- gritó Ariel. Y un coche amarillo con un cartel luminoso en el que se podía leer la palabra Taxi, se paró.

- ¿Está usted sola señorita?- preguntó el hombre. Tenía el pelo negro muy corto. Los ojos eran de un azul cielo que le dejaba sin respiración. Parecían blancos.

-Sí. -afirmó.

-Suba.- le dijo mientras le hacía un gesto con la mano invitándola a entrar.

Ariel subió a la parte trasera del coche y indicó al taxista la dirección. Estaba a bastante distancia de dónde se encontraban y suponía que el taxímetro marcaría una cantidad muy grande al final de trayecto.  Pero daría todo lo que tenía si era necesario. El hombre arrancó el coche y circuló durante unos minutos en silencio.

-Lo siento.- musitó.

-¿Qué?, ¿Por qué?- preguntó ella intrigada. Y de pronto los seguros de las puerta se cerraron.

-No es que me intereses a mí especialmente. Pero si no lo hago mataran a mi familia. Tengo una hermana y una hija ¿sabes?. No puedo permitir que les hagan daño, no puedo permitirlo. Lo siento, lo siento....- y su voz se apagó con un ruido en su garganta.

-¿Qué hace? ¡Déjeme salir! - gritó mientras golpeaba la puerta e intentaba abrirla desesperadamente.  

-Hace 12 años que intentó encontrarte. No he visto a mi familia des de entonces. Debía dinero a unos hombres, pensaba que se les olvidaría. Pero no fue así, ¡que ingenuo!. Me dieron avisos, amenazas, pero no les hacia caso. Hasta que un día, uno de ellos se presentó en mi casa cuando estaba trabajando y se las llevó. Mi mujer murió en el parto, y mi deber era proteger a mi hija. Joder, ¡debía protegerla!- empezó a llora pero no se paró. Nadie le había preguntado pero sentía la necesidad de explicar el porqué de sus actos.- Me iban enviando vídeos de ellas, estaban fatal, más delgadas, tristes y llorosas. No he visto a mi hija crecer, posiblemente ni me reconozca cuando me vea. Sólo pienso en su sonrisa la última vez que la vi. No puedo soportar la idea de que le hayan echo algo malo. Se me remueve todo. Llevo 12 años concentrado en ti, en tu familia. No duermo por las noches pensando en qué puedo hacer para recuperarlas. No grites, no sé qué quieren de ti, pero entiéndelo, me da igual.

Siguió conduciendo y Ariel no dijo nada. Estaba intentando ordenar su mente, entender cómo había pasado todo esto. Y sobre todo idear un plan de huida. No le importaba lo que le hubiera pasado a la familia de ese hombre. No sabía porqué se lo había contado pero le daba igual. No iba a sentir pena, sus padres acababan de ser asesinados brutalmente mientras ella escuchaba música, nadie había sufrido más que ella y no iba  tirar por la borda la única oportunidad de saber el porqué de la muerte de sus padres. Quería una explicación y haría todo lo que hiciera falta.

Esos recuerdos le hicieron florecer en lo más profundo de su interior una gran rabia. Un odio que no sabía hacía quién iba dirigido. Y entonces se abalanzó desesperadamente hacia el conductor quitándole el volante de las manos y dando un giro. El coche salió de la carretera brutalmente y dio dos vueltas de campana. Por su mente pasaron todo tipo de escenas, de su pasado, de su presente y escenas que ella querría vivir algún día, pero que no podría en el caso de que en ese momento exhalara su último aliento. Deseó que no fuera así.

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