Llego al instituto. He estado corriendo los últimos quince
minutos. Siento la sangre recorriéndome las venas, el pulso fuerte en mi
cuello. No me gusta esa sensación. Respiro hondo, me recojo el pelo y entro
como si nada por la puerta de mi aula.
Veo a mis amigas a lo lejos, ya sentadas preparadas para
hablar. Me acerco decidida y de repente sin saber porque desvío la mirada. Hay
un chico nuevo, solo, en una mesa, mirando concentrado un cuaderno. Sigo
caminando recto, sin perder el rumbo pero con el cuello torcido. No puedo dejar
de mirarlo. Topé con unas mesas que no había sido capaz de esquivar. El fuerte
ruido hizo que Él girara la cabeza hacia mí. Una sonrisa estúpida recorrió mi
cara. Maya vino corriendo. Quería
asegurarse de que estaba bien. Ella tan protectora e inoportuna como siempre. Su
llegada rompió nuestras miradas. Él se giró lentamente con la mirada gacha. Habíamos
conectado, lo sabía.
-¡Rebecca! ¿Estás bien?
-Sí Maya, sí. – De repente me doy cuenta de mi tono borde y
rectifico- hay lo siento. Solo intentabas preocuparte. ¿Cómo han ido estos
días?
Ella empezó a hablar. Pero yo no pude escucharla. Estaba
absorta en mis pensamientos. El chico. No podía parar de pensar en él. Seguí en
la misma mesa, delante de mí. Necesitaba hablar con él. Conocerle. Cuando quería
acercarme, el profesor llegó.
-Señores siéntense en sus asientos.
Soy Roberto López y seré vuestro profesor de Historia este curso. Pueden
llamarme Roberto o Señor López. Pido que
en mis clases se mantengan en silencio y espero que disfruten de ellas.
Justo en el momento en el que suena el timbre me levanto, recojo
mis cosas y salgo corriendo hacia mi taquilla. Introduzco el código, abro la puerta,
dejo los libros y respiro. Vuelvo a respirar hondo. No sé qué me ocurre. Cierro
la puertecilla y….joder ahí están ellas. Mis amigas. ¡Qué susto me han dado!
-Becca… ¿estás bien? ¿Por qué sales corriendo?- me dijo con
tono de preocupación Alexandra.
-Si…yo también lo he notado. Antes le estaba explicando la
muerte de Dakota y no me ha hecho caso- mierda. La perrita de Maya había muerto
y yo no había prestado atención. ¿Cómo había podido pasar así de mi amiga?
-Lo siento, lo siento. Maya siento lo de Dakota…. No sé si
lo habéis visto, pero… el chico nuevo. Ni siquiera sé su nombre pero he notado
algo. Algo se ha movido en mí. No puedo para de pensar en él.
Se nota que me quieren. Aunque yo me porte mal, aunque anteponga
a un chico a ellas siempre estarán ahí. Llevamos tres años juntas. No es mucho tiempo
pero hemos pasado por mucho. Vivimos muy cerca y pasamos todo el rato unidas.
Hace unos meses, antes de acabar el curso estuve casi una semana sin dormir en
mi casa. Cada tarde teníamos un plan diferente, un destino diferente, un
alojamiento diferente. No tenía restricciones y lo aprovechaba. Mis padres
encontraron trabajo fuera de la ciudad y se marcharon. Ahora, vivo con
Samantha, mi tía abuela. Es algo mayor pero muy moderna. Me deja hacer todo lo que
quiera siempre y cuando la tenga informada y no descuide mis estudios. La
quiero como si fuera mi madre y estoy tan a gusto con ella que no pienso en una
vida diferente.
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