Entro en mi habitación empapada después de un largo día, un
baile y un beso en el portal. Ray me ha acompañado a casa al acabar la fiesta.
Queríamos ir a dar un paseo pero se puso a llover. Cuando estábamos saliendo
por la puerta las gotas empezaron a caer sobre nosotros. Al principio era un
chisporroteo leve pero luego cayeron con más intensidad, rizando mi pelo y
estropeando nuestros vestidos. Teníamos su coche para volver pero decidimos que
sería divertido. Empezamos a correr, una mano entrelazada con la suya y la otra
sujetando mis tacones. Hacía frío y la humedad me hacía tiritar. Pero no importaba,
el estar junto a él hacía que todo se me olvidara. Al llegar a mi casa, yo quería
entrar rápido. Estaba desaliñada y fea.
-Adiós- dije apresuradamente. Le di un beso fugaz en la
mejilla y me dispuse a buscar las llaves.
- Espera, espera. ¿Qué pasa?
-Nada, nada. Simplemente que no quiero que.... Gracias por
esta noche, ha sido increíble.- le comenté mirando al suelo.
-Sé lo que estás pensando- dijo mientras me levantaba la
cabeza con su mano- Rebecca, estás preciosa. Mojada o seca, bien peinada o no,
con el maquillaje intacto o húmedo por el agua. Ven- acabó de decir con un tono
tierno a la vez que me besaba dulcemente. - Adiós.
Ahora me encuentro en mi cama, tumbada, mirando el techo. Me
he recogido el pelo en una coleta alta y me he puesto mi pijama preferido.
Estoy pensando en todo lo que ha pasado hoy. Mientras repaso los acontecimientos,
los tristes y los alegres, caigo presa
de Morfeo. Cierro los ojos y me dejo llevar. Mañana será otro día. Estarna
Maya, Alexandra, Ray y... ese chico misterioso. Me propongo averiguar quién es
antes de que me cause algún problema. Tengo que recuperar fuerzas.
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